Reseña de Demolición de las aves, de Erika Aquino Ordinola

Por: Sha Sha Gutiérrez

Este es un libro que establece vínculos y diálogos con la filosofía, la pintura, la mitología griega y, por supuesto, la poesía. Si bien la portada corresponde a una pintura de Paul Klee, titulada Paisaje con pájaros amarillos (1923), me gustaría iniciar esta presentación con la interpretación que Walter Benjamin realiza sobre otra de las obras de Klee, acaso la más reconocida: Angelus Novus (1920). En su Tesis sobre la filosofía de la historia (1942), Benjamin plantea una crítica al mito del progreso, pues el futuro se construye a partir de los restos negados e invisibilizados del pasado que se perpetúan en el presente. Esto me parece clave para aproximarnos al proyecto estético-político de Demolición de las aves, pues la poeta se preocupa por el resto, por los fantasmas del pasado que forman parte de nuestro presente.

Desde el título, el poemario anuncia la violencia que se desplegará sobre el cuerpo femenino y animal. Y no es un solo cuerpo, sino varios. La autora parece sugerirnos que, en esta ciudad, en este país, la violencia nos alcanza a todos. Pero lo que se oculta en el título es el agente de la violencia. ¿Quién ejecuta la demolición? Los treinta poemas que conforman el libro buscarán responder esta pregunta, abriendo caminos de desesperación que el yo poético deberá transitar.

El poemario de Erika Aquino Ordinola explora la violencia de las calles a la que estamos expuestas sobre todo las mujeres. Así, en el poema “Desde el proscenio se invoca a los dioses”, el yo poético se sitúa “en la decimocuarta estación / en la que un hombre me levanta la falda / y hunde su cruz en el sepulcro” (p. 49). La inseguridad en el transporte público llega a otros niveles con el caso de Eyvi Ágreda, quien como recordarán fue consumida por el fuego de la misoginia el 1 de junio del 2018. Recordar esta fecha es un ejercicio político y la poeta captura este momento en “La danza de una muchacha llamada EMA”. En este poema, el yo poético cede la palabra a Ema, quien no es otra que Eyvi Ágreda Marchena por las iniciales de su nombre, invirtiendo únicamente las de los apellidos: “En este caldero con forma de bus / Arde mi cuerpo y no es de amor / Aquí danzo con los fantasmas / Soy EMA / y he muerto en la hoguera por el flagelo de los fascinadores heréticos” (p.13). Estos versos remiten a los fantasmas de las mujeres enviadas a la hoguera entre los siglos XV y XVIII por ser acusadas de brujas. Si bien no hay una cifra exacta de cuántas perdieron la vida por tal acusación, la teórica marxista Silvia Federici, en su libro Calibán y la bruja (2004), señala citando a Anne L. Barstow que “al menos 100000 mujeres fueron asesinadas” y aquellas que lograron escapar fueron “arruinadas de por vida, ya que una vez acusadas, la sospecha y la hostilidad las perseguiría hasta la tumba” (p.222). Así, el poema traza una continuidad de la violencia hasta la fecha, y cuestiona su romantización en el discurso público al señalar que el cuerpo del yo poético no ardió por el amor de un hombre despechado, sino por la ideología patriarcal. Así, Lima tiene –por citar el poemario de Domingo de Ramos– la arquitectura del espanto, pero a diferencia de los años 80, la ciudad ya no es percibida como una cloaca, sino como una gran hoguera de la que no podemos escapar; por ello, Ema se siente prisionera “de este lacerante laberinto” (p. 13).

Frente a este escenario, el yo poético toma consciencia de la suciedad adjudicada al cuerpo femenino: “Inasibles y sucias / fuimos atraídas / por la música de las panderetas” (p.11). Esta suciedad es asociada a la menstruación y la sensación de estar bajo el escrutinio del otro. Así, en “Epitafio de una luciérnaga en el manicomio”, el yo poético declara la necesidad de ocultar el inicio de su ciclo menstrual: “Cuando la sangre me atravesó / me apresuré a cubrir su olor” (p. 27). El temor de ser reconocida como un cuerpo fértil, una gine sacra en términos de Francesca Denegri, la lleva a sentir vergüenza de sí pues en sociedades como la nuestra es frecuente responsabilizar a la mujer por la violencia que ejercen sobre ella.

Sin embargo, el yo poético opone resistencia a la cultura patriarcal al restituirle la voz a una víctima de feminicidio y, asimismo, desarticula los imaginarios masculinos sobre la mujer en las artes plásticas y la literatura. Por un lado, en “Invocación a Everett desde los pastizales”, atenta contra el arquetipo de la bella muerta en Ofelia de John Everett Millais, miembro fundador de la Hermandad Prerrafaelita. En este cuadro, como recordarán, tenemos una Ofelia suspendida en el estanque, rodeada de naturaleza, eternamente bella. Pero olvidamos el detalle que ella muere ahogada luego de enterarse de la muerte de su padre. Siguiendo a la crítica literaria Elena Grau-Llevería en Las olvidadas: mujer y modernismo (2008), la “belleza” de la mujer enferma o muerta reside en su incapacidad para hablar. Tampoco tiene el dominio o la libertad de su propio cuerpo. Por ello, este arquetipo representa una fantasía masculina en el siglo XIX y responde a la ansiedad de los hombres por el ingreso de las mujeres al mundo laboral, espacio público que antiguamente estaba reservado para ellos. Entonces, frente a la noción prerrafaelita de “hundirnos en los objetos” y casi fundirnos en ellos como si no tuviéramos individualidad, el yo poético propone “estrangular el agua”; es decir, desencajar la imagen de quietud asignada en la pintura de Everett. Pero, como señala la voz poética en cursiva, no solo nos movemos, sino también “imprecamos” (p. 33).

Por otro lado, Demolición de las aves propone nuevas miradas a la historia de personajes femeninos de la mitología como Medusa, Ismene, Andrómaca y Yocasta. Por cuestiones de espacio, me gustaría centrarme en el poema “Manifiesto melancólico de la guardiana del templo”. Lejos de ser una mujer monstruosa, Medusa es descrita como una mujer nostálgica. Ofrece amor con su mirada y, en ese sentido, son los hombres los que tienen una sensibilidad de piedra que se materializa cuando son vistos por ella. Así, el yo poético confiesa que “si se mirara con amor / la piedra se haría leche / y mis ojos te amamantarían” (p. 41). Adoptaría un rol materno, protector; sin embargo, en la mitología, Medusa, incomprendida, termina siendo asesinada por Perseo.

En conclusión, considero que estamos frente a un poemario poderosísimo, con una voz que no teme imprecar contra el origen y los ejecutores de la violencia. Pero como me dijo Rodolfo Ontaneda, músico y amigo con el que comparto el gusto por la poesía, “las aves [del título del poemario] no se pueden demoler. Pueden volar. Son inalcanzables para el pie humano. Pero pueden demolerse los vestigios de ellas. Sus nidos, donde se paran y cantan. Entonces, solo se puede demoler lo que está estático”. Y, en Demolición de las aves, las mujeres no lo están. Levantan su voz incluso en la ultratumba, se movilizan por las calles a pesar del miedo y la violencia. Resisten.

Anuncio publicitario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto:
search previous next tag category expand menu location phone mail time cart zoom edit close