Por: Alejandro Mautino Guillén
Rainer María Rilke en Los cuadernos de Malte Laurids Brigge subraya que la experiencia poética radica en esa extraña mezcla entre la experiencia sensorial (ver, oír, tocar, oler, sentir) y la experiencia estética (conocer, percibir, hacer). De esta manera, el arte trasciende y no es meramente sentimentalismo vacío, sino experiencia trascendente.
Esta idea inicial del poeta checo resulta útil para entender la poética inaugural de este primer libro de Maggie Velarde, El apu descalzo (Alastor Editores, 2021), quien hace de la experiencia estético sensorial su ars creativo; sin embargo, a aquello también podría sumarse la praxis y el acercamiento de Velarde a otras disciplinas artísticas.
El apu descalzo está dividido en tres partes. En la primera, denominada “El campo herido”, se representa una poética que explora la experiencia visual del arte literario, principalmente, de la poesía a través de la materialidad visual de los versos y las palabras con otros tipos de signos (trazos, figuras, dibujos, líneas, etc.). Efectivamente, esta poética de Velarde continúa con la tradición poética desde la poesía griega del periodo helenístico, el poema-huevo de Simmias; la poesía latina a partir de la technopaegnia o carmina figurata; los caligramas del periodo medieval a partir de los Hechos de los Apóstoles (s. X); posteriormente, en el renacimiento y el barroco estas formas se orientaron a un sentido más lúdico, festivo y de ritual hasta llegar al siglo XIX (con Lewis Carrol) hasta llegar al siglo XX (Apollinaire), donde hay un énfasis particular de estas entendiendo la dimensión visual del signo verbal del arte poético con otras artes. Empero, es en este siglo que mencionamos donde más se ha experimentado con la materialidad del verso, es decir, de la literatura con la pintura, el arte gráfico, la fotografía, etc.
En este sentido, la literatura que ofrece Velarde en este libro continúa con la tradición que hicieron suya los escritores cubistas, quienes integraron lo visual como parte del hacer poético, desafiando los límites expresivos de la página en blanco. Sin embargo, considero que hay algo más que una mera representación visual de figuras, objetos, seres, etc., en la propuesta de El apu descalzo, esto es, más bien, una experiencia sensorial que se nutre de una memoria sensorial.
Abre esta primera parte del libro el poema cubista “Ruta escabrosa”, donde se lee: “ruta escabrosa:/ el zorzal trepa/ queriendo ser/ cabra/ aletea”. Este texto resulta sugerente, pues aquí la poesía no solo representa la materialidad visual de las palabras, sino que convoca a nuestra experiencia sensorial y reclama de ella la memoria sensorial, aquella que no solo nos lleva a la imagen del ave (el zorzal) sino a su naturaleza y comunión con el cosmos andino: el zorzal ligado siempre a una ruta escabrosa por castigo de los dioses (cosmovisión andina) y por el cual este tiene que saltar (“queriendo ser cabra”). La alusión a la cabra que salta se relaciona con la alegría y el juego (como sucede también con el cordero), que en relación al zorzal tiene que ver con el tiempo de la alegría y la abundancia, pues su canto marca el signo de la agricultura y la lluvia en el mundo andino. En consecuencia, su conexión con el mundo de arriba en función de su relación con los dioses se da en su vuelo, “aletea”. Sin duda el poema no es una mera representación visual del acto de elevarse del ave, sino que su lectura convoca a la memoria sensorial de la cual parte la experiencia visual del lector.
Otros poemas importantes de esta primera sección que exploran la dimensión visual de la página en blanco son el poema “Sierra”, en donde la memoria sensorial (la visión simbólica de la “tierra”, los hilos como tejidos, los ríos jadeantes, la naturaleza viva, las lagunas como espejos, el tránsito del runa, etc.) se conecta con la experiencia sensible (los astros, las montañas, los ríos, las lagunas, los ichus, etc.) del cosmos con la cultura. También está el poema “Se incendia el día”, donde se explora no solo la plasticidad del signo verbal, la palabra sino su relación con otros signos, como los signos cardinales. De esta manera el poema busca representar el nacimiento del día cuya luz parece incendiarlo todo y generar múltiples colores como el tornasol, la luz que fluye como un manante, cambiante. Asimismo, en el poema “Encierro del serrano” se puede advertir la representación de la espiral, que demarca el tiempo mítico, pues en este aparecen las almas: “las ánimas/ caminan/ haciendo”. De ahí que en la atmósfera representada se observen “susurros olvidados”, “hojas”, “vientos” “insectos”, etc. Este poema guarda estrecha relación con el título del poemario, pues en este la sierra se representa a nivel sensible, empírico, pero a su vez, el peso mítico y simbólico recaen en la figura del apu peregrino, que vuelve a la tierra (a través de la memoria sensorial), a la sierra (experiencia sensible), con los pies descalzos luego del peregrinaje “ha llegado mi memoria/ a mis/sus pies descalzos”. Igualmente resulta importante el poema “Sincretismo” que desde el título nos advierte del proceso de transculturación y mestizaje entre distintas culturas. Por ello el caligrama que se representa busca armonizar opuestos, la huaca (representada en forma cuadrada en el caligrama) y la religión católica (representada a través del caligrama del templo de una iglesia católica), que se fusionan violentamente (en este caligrama ambos no están separados, nótese que el signo verbal los une, lo mismo que el proceso de evangelización en la colonia), y es aquí donde la voz poética ejerce una crítica partir de una conciencia desacralizadora o cuestionadora del proceso de sincretismo “patroncito Santiago ayudó a los españoles” (en clara referencia al apóstol Santiago, “mata indios”) y “los indios malvados” (visión de la imposición del dominio colonial). Otro elemento visible de ese sincretismo también parece traducirse en la figura simbólica de la cruz, la chakana andina y la cruz de la tradición católica que aparece en el caligrama.
La segunda parte del libro se denomina “El vaticinio humano”, en donde se explora y se representa la naturaleza existencial del devenir humano, su individualidad y su colectividad. Por ejemplo, en el primer poema de esta sección “Cuánta alma y cuánta vida” se enfatiza la naturaleza instrumental del hombre “máquina”, caracterizado por el trabajo, la producción y la deshumanización; otro poema es “Cuando sea bracero de incontenible hojarasca”, en donde se reflexiona y se cuestiona la condición de “mujer” en la sociedad a partir de discursos que operan sobre esta como la violencia, el falso amor, el insulto, la maternidad y el enjuiciamiento; otro texto importante que juega con el signo verbal y el dibujo es el texto “Buscamos a veces con la boca”, donde se representa la experiencia sensorial del gusto y la visión como formas de conocimiento en el hombre y como activación del deseo y la apetencia de este; otro poema que sigue esta línea es “No ser como quieren”, donde se critica la mediación de la televisión y el manejo de la verdad como formas deshumanizantes que se alimentan de las cicatrices y vacíos del hombre; otros poemas como “no me descalzo ante el Dios pictórico”, “Oración”, “Antinomia” y “Omphalós”, enfatizan en una visión agónica y existencial de la condición humana que sucumbe ante el destino, el tiempo y ante sus propios monstruos.
Finalmente, la tercera parte del libro se titula “El frío subsistente”, en esta encontramos poemas que tienen que ver con una representación angustiosa de la identidad del yo, que es también una búsqueda aciaga ante el peso de la humanidad del ser, su condición y su destino (verbigracia, el poema visual “ostento lo poco que he tenido”, “Astro repetitivo”, “Hado oscuro”, “Alma fuego”, “la mano a los dados se amansa” y “Expiración”). Asimismo, hay otros poemas como “Tu seguirás siendo” que se sostienen sobre la base simbólica de elementos de la cultura quechua (pututo, qiwiñas, watia) que ingresan al rito-vida y la visión simbólica del tejido-vida a partir del poema “Tapiz”; en ambos textos se advierte el peso de la oralidad a través de “es un hilo más” y “con los cantos hilados”, respectivamente, que nos muestran cómo la poesía de Velarde se sostiene a partir de una resemantización de la cultura andina.
