]de-lira[ hebra disonante: fragmentos sonoros de una identidad artística

Por: José Miguel Herbozo

]de-lira[ hebra disonante, primer libro de Paola Dávalos (Lima, 1991) plantea desde su título el proyecto de incursionar en la naturaleza musical —hoy disuelta— en que se origina la lírica —de/con la lira— junto a las derivas de la experiencia material y mental que motivan la dicción prosódica como las visiones que transmiten los poemas —acto de delirar—. Lo que podría concluir en un enigma constituye un proyecto de treintaitrés poemas de secuencia aleatoria y aspiración totalizante, en un drama lírico sobre la identidad y la vocación creadora desde un estar en el mundo femenino consciente de su vulnerabilidad estructural en términos artísticos. En una época en que esa clave es visitada —de Rupi Kaur a Elvira Sastre— en clave personalista, normalizante y autocomplaciente, ese diseño se ocupa aquí de los efectos artísticos y traumáticos de la infancia, con énfasis en los desbalances de la condición femenina en un espacio de dominio patriarcal.  

               Si lo que define a la poesía moderna es la forma en que su enunciado es a la vez sonido, sentido, imagen y música, este proyecto comprueba su conciencia de dicho sentido porque dirige la reconciliación de dichos aspectos desde una voz, lógica y experiencia femeninas. En sus exploraciones líricas, visuales y dramáticas, las voces del libro buscan su lugar en un mundo abstracto, fragmentado y hostil, en el que se percibe desde una sonoridad que va de la armonía a lo difónico, y de los problemas del sonido a la crisis identitaria en términos escénicos y dialógicos. En el repertorio formal del libro, que va de la lírica en verso libre con tendencia al arte menor, al poema visual y el drama lírico, lo material, carnal y vital se vuelve “hebra disonante” o expresión verbal y musical de un desgarramiento. Esto puede confirmarse en los poemas líricos con tendencia al arte menor como “Voz lila”, “Sima” o “Piel quebranta”, pues en ellos la apuesta por las paradojas expresivas prefijantes, sufijantes o aglutinantes de los monosílabos o las palabras breves permiten sentir, pensar, musicalizar, cantar y abstraer las conjeturas de ser desde un lugar de enunciación femenino.

               Quisiera detenerme también en la cuestión dramática de algunos de los poemas del libro. Por una parte, los tres textos antes mencionados comparten un empleo del yo lírico que extiende su enunciación de soliloquio en el espacio dramático del poema, situándose como protagonista, espacio y escena de lo tratado. Ese desarrollo habita el espacio lírico de una manera frecuente en nuestro medio desde la primera Magda Portal, a quien se sigue al efectuar un monólogo dramático en el que el yo se pluraliza a la vez que apoya en la falacia patética —o proyección de un pathos sobre su entorno— para expandir la emoción de la voz a su contexto. Por otro lado, poemas como “Profunditas” o “El cuarteto de Libra y la dios-a”, dramas líricos sobre la trayectoria vital de una subjetividad si no elegida para el arte, por lo menos más sensible que la mayoría, tienen su modelo textual no en la vanguardia, sino en el romanticismo. Estos textos relatan una trayectoria vital en clave poética y escénica, disponiendo el delirar para indicar que el sentido estético —sea predisposición artística, sensibilidad o capacidad de visión— es asunto natural y predestinado.

               Vuelvo a “Profunditas” (15-19) para mostrar cómo el juego con la paradoja etimológica es central en el libro. Tras entender la existencia como herida, la duda que concierne a la posibilidad de caer o callar —“cayó/calló” (v. 29)— del primer fragmento del poema es decisiva para la expresión de la predestinación orgánica de la sensibilidad artística, en cuanto se sustrae de la lógica productiva y de las subjetividades dominantes ya cayendo o callando. En otro plano de la composición, este poema duplica el repertorio frecuente de expresión del yo lírico (que presta su condición hablante como garantía para lo dicho) mediante el recurso a una voz omnisciente —otro yo lírico— que enmarca al primer yo lírico, y enmarca a los dos anteriores con el empleo de acotaciones escénicas. Una variante similar aparece en “Resuena el poema” (45), en el que la dimensión visual y la tendencia al arte menor —empresa difícil— se encuentran como buscando una música que es al mismo tiempo hallazgo de un sentido común antes que distinción, y expresión de un drama compartido antes que la tan dañina afirmación de la singularidad de quien enuncia, práctica proliferante de la literatura de estos días, a la vez que riesgo a prevenir. Contra esa tendencia, un poema como “Lúcy-da”(81-83) desdobla la identidad a la tensión entre la existencia del ser y la conciencia del ser, así como al descubrimiento de que la poesía convierte la crisis de la artista en hallazgos autónomos de la persona, que pueden, como el canto u otras artes, entregarse para que los demás se encuentren.

               Otro asunto de ]de-lira[ hebra disonante es su acercamiento al erotismo en clave restitutiva y personal. Ese es el caso de “El cuarteto de Libra y la dios-a” (57-67), drama lírico de cinco actos en el que la voz asume el erotismo para la liberación de las ataduras disciplinares de lo social. Uno de los logros de este poema radica en cómo erotismo y sexualidad permiten la transformación del mundo comenzando por una misma. En tiempos que sensacionalizan la sexualidad, y en los que la propia poesía —o las imágenes masculinas de lo erótico— han contribuido a la cosificación del cuerpo en detrimento de la reconciliación de naturaleza, sentir y conciencia humanos, un logro de este poema radica en llevar la experiencia del cuerpo y el ser a su primera entraña. La propuesta anterior encuentra continuidad en textos como “Solamente azul” (89) o “? -R-O-M-P-E-C-A-B-E Z-A-S- ¿” (91), en los que el poema en prosa reconcilia la fragmentariedad del mundo y el asombro ante lo desconocido mediante la resemantización creativa. Debe notarse que la reconciliación de lo roto mediante la creación verbal es difícil de reconocer como erotismo justamente porque el sentido dominante del término invoca la materialidad del cuerpo antes que su dimensión generativa.

               Tras una incursión en la música de la subjetividad, es posible que futuros proyectos de Dávalos puedan encontrar respiración en radicalizar la ruptura con lo patriarcal, lo artistico y lo individual, así como en variar las modalidades de exploración del género en los libros que vienen. Comprometido con ocuparse de lo que le importa, y consciente de que “el tropiezo cuesta” (44), ]de-lira[ hebra disonante termina por conseguir algunos de sus objetivos, ya por su recorrido por la tradición o el agregado de su sensibilidad y sus visiones.

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