Por: Miluska Benavides
Una de las voces más originales y versátiles de la poesía peruana contemporánea, Denisse Vega Farfán (Trujillo, 1986), indaga en Fiesta, su más reciente poemario, los paisajes nocturnos, y subterráneos aunque luminosos, de la fiesta, como motivo medular del libro. Esta entrega se nutre de los materiales vivos de Chimbote; la costa chimbotana provee su repertorio biológico: la fiesta (natural o de hechura humana) es el espacio donde se restablecen las conexiones entre lo humano y no humano. Aunque en el libro se reconoce el universo verbal de Vega Farfán, de enunciación transparente y depurada, se desmarca de entregas previas, el premiado Una morada tras los reinos (Premio Poesía Joven del Perú, 2008) y El primer asombro (2014), por su voluntad expansiva, tanto en asunto como en el diseño de los poemas. En Una morada, la poeta atiende al movimiento de entrada y salida del “reino”, y muestra un repliegue hacia un espacio resguardado por la poesía. El primer asombro adquiere un tono contemplativo y minimalista cuando se aproxima al artefacto humano (pintura, escultura, carpintería, poesía). Y, sin embargo, de este libro ya puede leerse poemas afines a Fiesta, como “Enclave” y “Manos”. Son poemas en que se presenta la experiencia vivida frente a otros donde se impone lo razonado o contemplado. La predilección por el evento y la experiencia es uno de los rasgos del giro de este libro.
El motivo de la fiesta teje otros asuntos o facetas. El poema de apertura nos muestra ese múltiple carácter: “Fiesta: lo que nos mueve no es la música;/es la articulación de nuestro abismo” (11). El poema plantea dos dimensiones de este motivo que explora el libro: su carácter luminoso y subterráneo, de celebración y dolor. “Nacimiento”, por ejemplo, expresa el carácter cósmico de la reproducción y el dolor (humano) de nacer: “Luces adentro abrazo la incertidumbre de no saber qué soy:/ ¿un meteorito, una tumoración?” (15). La fiesta es aquel espacio donde es posible el frenesí y el movimiento. Puede ser motivado por el baile, ese catalizador de la fuga y los sentidos, como en la última sección del libro: “Cualquier noche”, “Cortejo”, “I FEEL LOVE”, poemas en que también se percibe esas fisuras o heridas que son reconocibles solo en la noche. Dice “Cualquier noche”: “Baila/cuando el cuerpo te duela/cuando te toques y solo responda/una valva vacía” (62). Este espacio de la fiesta se construye por su carácter múltiple: sonidos, luces y también presencias, humanas y no humanas, como el mar. Es un lugar en el que se sabe que todo vínculo es efímero, pero que se manifiesta finalmente tejido material y orgánico.
El mar es otra plataforma que se manifiesta textura de una fiesta. El libro explora la imaginación sobre el mar y la fiesta en tanto símiles. Atendemos a la voz del mar y de la Isla Blanca, en dos poemas que les restituyen palabra y animación, como quizá solo los antiguos pudieron haberlas escuchado y reconocido. En “Alocución del mar” e “Isla Blanca” el mar y la isla reciben a los humanos en sus entrañas y superficies, aunque pronto lo humano se reconoce ajeno y efímero. Dice “Alocución del mar”: “Vacía tu equipaje. /Nada sirve. Todo lo corroo. /Junta una palma contra la otra;/es lo que tienes./Con eso viniste, con eso te irás” (18). “Isla Blanca” en Fiesta recobra su estatuto de cuerpo vivo que contempla y conoce la ciudad. Como sucede cuando se encuentra en el núcleo de la fiesta, la voz poética puede alcanzar a conocer su verdadero carácter (humano) en las presencias marítimas. El mar es afectado por el tiempo, aunque su carácter es atemporal y mítico.
Finalmente, la fiesta en cuanto principio vital se manifiesta en entidades como el mar y las figuras maternas. Son entidades que acogen, y que también, como un baile: son motor de la voz poética y el mundo. Dice “Recuerdo los festejos…”: “Un trompo ciego/girando veloz/en esa cámara lenta: eso era yo./ Una armadura de lino/cosida por tus manos./No resistiría mucho tiempo/después de tu partida”(34). La voz poética se construye en relación a estas presencias: mar, isla, abuela, madre; se reconoce como parte orgánica, y como tal, restablece su lugar en esa expansión-fiesta. Esa voluntad se aprecia claramente en uno de los últimos poemas del libro, “Marcha”, en que la voz poética adopta un “nosotros”. La fiesta, después de todo, implica entramarse, suspenderse, en los otros humanos y no humanos.
Fiesta se alinea a una tradición de poetas nacidos en el norte peruano que emplean sus experiencias y memoria familiar con el mar y la costa peruana como material para la escritura. El mar no es solo un escenario, sino también insumo verbal de su poesía. Alineados a la sensibilidad de Fiesta, encontramos el Libro de Daniel (1995) de Javier Gálvez Zuloeta (Chiclayo, 1966) y con más distancia, los extravíos de un Mar alcoholizado (2013) de Mario Morquencho León (Los Órganos, Piura, 1982). Fiesta consolida el lugar de Denisse Vega Farfán como un referente ineludible de la poesía peruana actual y reafirma la certeza de que lo más osado en la literatura peruana, a nivel formal y en la exploración del material local, sigue viniendo de su poesía.
[Reseña originalmente publicada en Espinela N°9, revista de literatura de la PUCP (2021)]
Denisse Vega Farfán, Fiesta (2021)
Número de páginas: 90
Tamaño: 24 x 17 cm
Precio: S/ 40

Miluska Benavides (Lima, 1986). Es narradora y traductora. Ha publicado el libro de relatos La caza espiritual (2015) en la editorial no venal Celacanto. En 2012, publicó la traducción de Una temporada en el infierno de Arthur Rimbaud (Biblioteca Abraham Valdelomar) y, en 2017, el estudio Naturaleza de la prosa de José María Eguren (Academia Peruana de la Lengua). En 2021, fue incluida por la revista británica Granta en su selección de los mejores narradores en español menores de 35 años. Prepara su primera novela, Hechos.
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